Es probable que se
vayan dando demasiadas repeticiones en mi manera de actuar, pero no sé qué
sería de mi vida si no hubiera aprendido a amar las repeticiones. Cuando
buscaba un placer diferente en cada bocado no era feliz. Ahora me abrazo con
valentía y placer porque solamente mastico carne. Como me gusta jugosa, antes
meto y saco durante dos o tres minutos el dedo en la vagina de la que haya comprado esa semana. Las trae el Rojo Esteban, el turro mantiene su
proveedor en secreto, vive con miedo de que le saquen el negocio. Es el mejor,
consigue lo mejor. Además, es el único. Sabe que me gustan de entre 16 y 19
años y doraditas. Cuando la carne está ya jugosa meto mi cuchara de bordes
afilados y les como de a bocados grandes el sexo. Por suerte soy sordo y ni me
entero de las quejas. A veces está invitado alguno de mis cuatro vecinos, somos
una sociedad carnívora, solamente nos gusta la carne y con la carne lo único
que hacemos es comer.
El intendente VMT
se prostituyó hasta los doce, que se metió en política. Es un hombrecito
desnutrido pero de huesos grandes, culón, tetón, de brazos flacos que se le
vuelan y ojos clarísimos. Dada la demanda, a veces excesiva, por parte de los
habitantes de esta especie de pueblo, se le fue desarmando el culo, que conoció
buenos tiempos pero hoy es andrajos de trapo viejo que cuelgan. En épocas
antiguas, cuando el Rojo no había perfeccionado el sistema de distribución,
épocas flacas, usábamos el culo del intendente como carnicería. Pero hoy ya no
sirve, no cuidó la temperatura y la materia prima se agusanó. Con la plata de
la carne anal que nos vendía, VMT, que es un gran estadista financiero,
construyó la plaza del pueblo.
También está
Gurko, un cazador grandote que no habla. Tiene una ceja en lugar de bigote y
dos bigotes en lugar de cejas, y la mirada de una hiena fea. Cuando quedan
pocas chicas Gurko sale a cazar animalitos cuya especie casi nunca sabemos
reconocer, a veces felinos que parecen roedores, a veces roedores que parecen
felinos. Todo en Gurko convoca a quedarse callado, con la boca llena, y cagado
de miedo.
El Rojo Esteban,
un poco en chiste y un poco en serio, es Ministro de Asuntos Digestivos, pero
amasó su fortuna con el tráfico de pibas. Tiene la espalda encorvada y no es
tan feliz como el resto de nosotros.
El quinto vecino
es una mezcla de todos y no tiene nombre. Una vez se quedó atrapado durante una
semana en una de las trampas que pone Gurko para cazar ratitas. Cambió
fuertemente su personalidad, ahora a veces se ríe. Nosotros no somos un grupo
de gente que se ríe, así que lo fajamos. Una vez vio un ángel. Tengo que
acordarme de contar eso. Tengo una idea, no, una idea no, una fe, es que mi
silencio y tu silencio son diferentes, y se pueden sumar, cruzar, mi infinito y
tu infinito son dos infinitos diferentes, y se pueden sumar, cruzar. En
realidad sé que no se puede, pero creo que vale la pena hacer el intento. Por
eso somos una sociedad y no un grupo de cinco carnívoros solitarios. Nuestras
hambres están sumadas. Encontrar algo así es importante para cualquiera. Es un
milagro habernos encontrado y organizado. Al principio nos fuimos encontrando
de a partes, después de a uno, después el grupo. Yo siempre fui carnívoro, pero
solamente en grupo ocurrió la ortodoxia que nos salvó a todos de nuestras vidas
anteriores, dolorosas y aburridas.
De adolescente
tenía que simular interés en cojer con las chiquitas, cuando lo único que me
interesaba era comerlas. Mis genitales son mi aparato digestivo, como y cago
donde los demás ubican esa práctica absurda y antiestética de meterla y
sacarla. Para sentirme pleno tuve que encontrar el grupo, fundar el pueblo,
sembrar un código. No es algo que pueda decir en voz alta, pero si no fuera por
mí esto nunca hubiera resultado. De mí surgió nuestra economía. Tengo mucha
plata, siempre la tuve, y sugerí al intendente cobrarme un impuesto para
construir el pueblo. Soy el primer cliente de Esteban, Esteban fue prestamista
de los otros dos, y así empezó a circular el dinero entre nosotros. Gracias a
que había guita pudimos establecer afectos y temas de conversación.
Una vez leí un
libro en el que hay una piedra de carne. Leer eso me hizo mal.
Tengo que hablar
de Juan. Juan nos traicionó. Todos lo creímos uno de nosotros y nos traicionó.
Nos vimos obligados a quemarlo. Como soy sordo a sus gritos en vez de
escucharlos los saboree como si fueran la ostrita de una prepúber. Lo que
resultaba hipnótico era la llama del escroto, una llamita brillante adentro de
una llama opaca.
Aunque se que doy
la impresión de que somos un poco monotemáticos, es grande la variedad de temas
que nos preocupan. Son muchas las formas de la carne cuando uno profundiza, y
muchas nuestras preocupaciones. Nuestra ambición máxima, el objetivo de los
discípulos de nuestros discípulos, es una alquimia que convierta cualquier cosa
en carne. Flores de carne, casas de carne, luz convertida en carne. Nunca va a
ser como comerse una buena concha orgánica, pero solucionaría definitivamente
la subsistencia de la comunidad. Bosques enteros de carne, con cascadas, cielos,
animales hechos totalmente de carne de vagina joven.
Por mi problema
auditivo no establezco relación alguna con las chicas que como, pero los
vecinos les charlan bastante. A veces intentan convertirlas. Sería hermoso que
una mujer se interese en participar de nuestra comunidad. Pero cuesta mucho
trabajo conseguir que se relajen y nos quieran. Lo intentamos, pero ninguna nos
quiere. Como mucho fingen querernos y después piden que las dejemos huir. La
mujer generosa, que sepa dar sin recibir, tarde o temprano va a llegar y nos va
a salvar del pecado, nos va a enseñar del amor, nos va a convertir en sabios
capaces de hacer feliz a cualquiera con nuestra doctrina.
Soy el único
autorizado a escribir, mi responsabilidad es transmitir nuestro amor y nuestros
métodos a futuros interesados. Los demás tienen prohibida la escritura, porque
escribirían mal. Por sordo, converso por escrito. Una vez una churrasquita de
17 años me entretuvo con un rato largo de charla. Su letra era prodigiosa, el
movimiento de su mano sobre el papel era delicado, tierno, lleno de bondad.
Primero escribía pedidos de piedad, pero, inteligente, se dio cuenta rápido de
lo estúpido que es pedir algo así. Así que me empezó a hacer preguntas, le
interesaba yo, mi pasado, mis ideas, y me sentí elogiado cuando noté que lo que
empezaba como una estrategia de supervivencia se convertía en interés genuino.
Sus preguntas eran acertadas, usaba la palabra justa. Cuando veo a mis vecinos
charlar con la comida me parecen unos maricones, pero en este caso lo hice y
fue agradable.
Hace creo que 9
años bajamos a la ciudad y pusimos carteles en los que abríamos la inscripción
al grupo, dando una pista sobre como contactarnos. Con toda ilusión esperamos
que se llene alguna de las cuatro vacantes disponibles. Admitimos que la
difusión falló, pero no perdemos la esperanza de que algún día llegue algún
interesado o interesada. Una vez que alguien pisa la montaña es fácil llegar a
nuestro pueblo. Creo que el motivo por el cual escribo es la esperanza de que algún
día una mujer, curiosa, lea esto y se acerque, invitarla a cenar. En general,
lo que me importa de una historia reside en un solo instante. Cuando capture
ese instante es que va a aparecer ella. El pueblo está en una montaña que hay
en Buenos Aires, en Argentina, en el centro de la Capital Federal. Lógicamente
el lugar de la montaña donde construimos fue elegido por VMT, sometido a la
voluntad popular. Hicimos plaza, municipalidad, banco y una escuela que usamos
de iglesia. Hay viviendas para nosotros y para los cuatro futuros nuevos
vecinos. Llegamos tras una larga cabalgata de meses y meses, ayudados por una
servidumbre que fue muriendo, unos hombres bastante mujeres a quienes comimos
después de usar, caballos que fuimos comiendo, aterrizando a veces en pueblos
cuyos habitantes dan ganas de llorar. Encontrar el lugar donde más cómodos nos
sentimos fue una gran alegría y un gran abrazo. Por eso es doblemente meritoria
la tarea de Esteban. Debe ser gracias a alguna magia que consigue chicas, tan
alejados de todo. O puede existir un atajo a la ciudad grande. Pasé horas
elaborando teorías, pero son todas muy delirantes. Cuando vimos el lugar donde
debíamos construir el pueblo todos lo supimos, y Gurko largó un grito que no
escuché pero me hizo pensar en papá y mamá. Lloré, estaba acompañado, en
comunión con mis amigos y compañeros de viaje, con las aves y con la tierra.
Nos dormimos y volvimos a despertar tantas veces.