jueves, 12 de julio de 2012

La semana pasada Laiseca nos contó la historia del Conde de la Basura, una historia real que salió en el diario hace un tiempo. Un hombre, un loco, llega a una villa, se instala en una casilla y dice que es Conde. Vive de la limosna, como todo el mundo ahí, pero con chapas, maderas y basura se construye un castillo. Incluso hace un pozo alrededor que llena de agua, y un puente levadizo que sube y baja sostenido por soguitas. La ingeniería de su artefacto demuestra que es alguien educado, que tiene alguna noción de arquitectura, pero nada de esto lo salva de ser un loco.
Una vez la villa se incendia, él se esconde en su palacio y el pozo lo salva del fuego. Se burla de sus vecinos, que perdieron sus hogares. Ellos lo miran con envidia y empiezan a sospechar que realmente es un Conde y que oculta un tesoro. Entran a su edificio a robárselo y lo matan.
Lo que sigue es el ejercicio que escribí basándome en esta historia.



Estefanía dice que nació en la Casa y que conoce a los Dueños. Dice que sus padres nacieron en la casa, que sus abuelos nacieron en la casa, que ella nació en la casa y que siempre sirvió y va a servir a la casa, que es Servidumbre desde su nacimiento y que lo va a ser hasta después de muerta. Los que no le creen a Este, los que ocupan parte de su tiempo en dudar de nuestra Estefanía son los que no entienden lo importante que es un símbolo para mantenernos unidos. Nosotros, la Servidubre de la Casa Grande, precisamos de esos relatos para seguir funcionando como funcionamos y para servir como servimos a los Dueños. Somos 17 habitaciones. Cada habitación tiene entre una y cinco personas, cinco habitaciones tienen animales. Siempre que hay bajas o altas tenemos algún tipo de problema. Solamente Estefanía habla con los Dueños, nosotros nos limitamos a con el cuerpo servir. Cada uno tiene una tarea designada, lo que no significa que no sepamos hacer ninguna otra cosa. Por ejemplo, yo lustro. Pero cuando ADH estuvo de parto además de lustrar vigilé el orden de los elementos de arriba del hogar. Es importante que todos colaboremos en todo lo que podamos. A cambio de eso nos dan comida, cama y un día semanal de distracción. Somos un buen grupo. Para mantenernos todos iguales procuramos que la comunicación entre nosotros sea máxima. Cuando hubo diferencias nos desintegramos, por eso necesitamos mantenernos iguales. Y Este descubrió que si estamos más comunicados somos más iguales.
Voy a contar porqué matamos a FGV y necesitaba del prolegómeno para que un posible lector pueda valorar como valoramos nosotros la cohesión, que es lo mismo que el amor. FGV llegó con un nene al que todavía no le era posible hablar. Tenían ojos negros los dos y él un prendedor, un caballo dorado levantando las dos patas delanteras. Nosotros no usamos ese tipo de cosas porque distraen. Tenemos que estar agradecidos de nuestros uniformes. A algunos les gustan y a otros no, pero todos agradecen. A mí me gustan porque si no no sabría qué ropa ponerme. Estefanía les abrió la puerta y los acompañó por el pasillo hasta el fondo, el living, donde unos 15 o 20 Dueños tomaban bebidas. Estefanía en la reunión posterior nos dijo que nuestra nueva compañera es rara, que no seamos celosos, que impresiona su silencio al desplazarse y hasta al hablar, que no va a traer problemas, que no habla. Ni acaricia el suelo cuando da un paso, nos dijo, integrémosla a la comunicación y amémosla como nos amamos entre nosotros, como cualquier servidor es digno de amor. Una palabra suya no ocupa más volumen que su respiración, nos dijo. Parece loca pero es tímida, nos dijo. La timidez siempre termina en locura, por eso tenemos que integrarla a nuestra comunicación y amarla hasta que deje de ser tímida. Después yo la vi volver por el pasillo. Miraba a los ojos a todos, y al nene lo llevaba en brazos como si no fuera nada importante. Estefanía le explicó el trabajo y le mostró su habitación nueva. Tenía revistas de la Sierva anterior en el ropero, una cama limpia y una ventanita con el tráfico de una avenida muy abajo. Servir bebidas. Por servir bebidas se le daba a esta mujer casa, comida y un día de distración para ella y el nene. Lo único que nos precede a todos es la nada. Por eso el silencio no es ajeno a una parte de la noche que todos tuvimos adentro la semana que FGV duró viva en la Casa. Nosotros también somos silenciosos, nadie crea que no. De hecho, cuando intentamos instaurar un socialismo entendimos que el único socialismo posible es un socialismo místico, un socialismo de y hacia el silencio. Fue imposible.
Como al segundo día FGV no se integraba a la comunicación, como por servir bebidas tenía la ventaja de compartir un mismo cuarto con los Dueños, como su habitación estaba alejada de la nuestra, su personalidad se fue volviendo más espantosa cada vez, y su habitación fue, cómo decirlo, alejándose de las nuestras. Sus gestos eran más parecidos a los de los Dueños que a los nuestros. No sé qué se pensaba que era. Me duele decirlo pero tengo una sospecha: los Dueños sentían aprecio por ella. Lo que todos nosotros anhelábamos con la sangre y el alma, lo que solo Estefanía después de generaciones de servir tenía, ella consiguió con quedarse en silencio, servir un vaso y hacer un gesto. Llevo cuarenta y siete años en la casa y nunca hice un gesto a los Dueños. Ella lo hizo el primer día y la dejaron compartir su aire. Y después llegó el incendio.
Por suerte no tenemos nada importante, porque en el incendio lo hubiéramos perdido. Por suerte somos insignificantes, porque si no nos hubiéramos convertido en seres insignificantes al perderlo todo en manos del fuego. Pero nos quedó una cicatriz, nos quedó el orgullo herido. El fuego demostró que no tenemos el control. Nosotros sentíamos que la servidumbre era la verdadera dueña de la casa, pero ver cómo quedaron nuestras habitaciones, carbonizadas, y cómo las de los Dueños, nos demostró que la justicia divina siempre va a equilibrar los bienes en favor de la alcurnia. Y FGV quedó del lado de los dueños, el fuego la ubicó del lado de los dueños. Lo que el fuego no hizo nuestra incomprensión ejecutó. La vimos reirse. No somos un grupo muy reidor, ¿de qué nos vamos a reir, si parecemos muñecos? Y ella se reía, se reía, se reía. A los dueños llamó la atención pero no la reprendían. Y eso colmó nuestras emociones, que hasta el momento estaban bastante bien organizadas. Ella no era tímida ni era dueña, estaba loca, loca de remate. Pero llegamos a creer que era dueña y entramos en su habitación. Revisamos todo. Nada especial. Eso confirmaba nuestra sospecha. Todo el mundo tiene derecho a confirmar que la muerte existe. Lo hicimos entre todos, con amor a la servidumbre, con odio a la traición. Los dueños la olvidaron al pasar 24 horas sin ver su cuerpo y una nueva y educadísima mujer hermosa se ocupó de servir sus bebidas como nunca antes nadie lo había hecho.